No ha habido otro momento igual.

Era invencible.

La cabeza alta, la espalda recta, el pelo movido por el viento. Y la seguridad de que hubiera podido mover el mundo.

A cada lado, dos manos calentitas, tibias, quizás sudorosas, me imprimían esa fuerza de quien se siente viva, animal, mamífera y parte importante de la naturaleza.

Pudiera ser que lo siguiente a ese estado fuera despegar. Ellos son mis alas, pero quizás fueran mi freno, mi seguro. Porque me agarran al suelo

Claro está que son y serán mis raíces, aunque vinieran después. Yo me siento sus ramas.

Así es la maternidad, por si te quedaba alguna duda.