Vapor de flores, de perfumes
Nubes negras, torbellinos de orines en las aceras.
Mugre, vida, miseria, brillo.
Sandía fresca para la lengua contenta.
Vida, sobre la muerte; vida, sobre lo oscuro, vida.
Viaje tranquilo, al origen.
Hermanos negros, pieles oscuras, ojos zaínos, miradas amigas, brillo en el pelo y una pesada losa en el corazón, que sin embargo, no es ciego. Quiere, ama y persigue el agua.
Sabor intenso, explosión de lengua, de placer, de felicidad en el paladar, que si quiere abre una brecha.
Vapor que asciende y embruja mi cerebro, que reparte estrellitas de latidos, de latidos de vida que ahora están abajo, que ahora están arriba.
Mis pies pisan la historia, humildes, mediocres, pisan el suelo de la Humanidad, de la eternidad, porque Estambul estará siempre y siempre quedará una partícula más antigua que nada, que concentre, resuene la narración de las cosas, de la Historia.
Mis pies obscenos pisan flores, pisan agua, pisan piedras y se van ennobleciendo con tu polvo, hecho de la misma vida y un poco de muerte.
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